Mexicanos realizan ‘trabajo sucio’ que no quieren ciudadanos de EE.UU.

Recolectores de uva mexicanos

Ellos son y han sido por décadas los que hacen el trabajo que casi ningún norteamericano quiere hacer en su propio país.

Los que hasta descalzos trabajan de sol a sol, niños, mujeres, hombres; que en condiciones a veces infrahumanas, y con sueldos miserables; cosechan los campos, limpian las habitaciones y arreglan los automóviles.

Uno de los lugares donde mejor se refleja el trabajo de lo mejor que México exporta a los Estados Unidos es en las caballerizas más exclusivas de este lado de la frontera.

“Desde las seis de la mañana; a meter los caballos y echarles comida y sacar los que van afuera”, dijo el inmigrante mexicano Ramiro Baeza.

“Los sacamos a bañar, les limpiamos los cascos, los ensillamos”, detalló el mexicano Alfredo Gutiérrez.

“Los dejamos unos afuera y luego en la mañana les echamos comida, y sacar los que van afuera”, afirmó Baeza.

“Son caballos muy caros. Hay caballos de 15 mil 20 mil dólares. De 50, de 70, 80 hasta de cien”, señaló Alfredo.

Son los mexicanos los que literalmente trabajan para los caballos que compiten en el rodeo más grande del mundo.

El trabajo que hacen los paisanos en caballerizas a lo ancho y largo de la unión americana, no solo es un trabajo bastante especifico, sino de calidad. Es un trabajo, donde la inversión de miles de dólares que representa cada caballo, se la confían a la mano de obra mexicana; y a nadie más.

“Yo creo que al mexicano nos gusta trabajar más y estamos impuestos al trabajo duro, al del campo, de todo y le damos aquí, desde las seis de la mañana, y nos vamos a las seis de la tarde, a veces hasta las siete de la tarde”, comentó Alfredo.

Largas jornadas limpiando la caballeriza; barriéndola, escombrando kilos de excremento, galones de orina cuyo olor penetra hasta los huesos.

Alimentando y también acariciando a Chrome, Izzy, Tootsie y Valentine y casi el medio centenar de pura sangre; cuyo valor oscila entre los 10 mil y los 800 mil dólares.

Y con la única certeza de que, al amanecer, se repetirá la misma rutina de 14 horas de trabajo duro, cobrando entre 10 y 15 dólares por hora.

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