Los Ángeles, CA.- En plena disputa política y legal sobre el derecho al asilo en Estados Unidos, una mujer hondureña y sus cinco hijos menores de edad agradecen en este Día de Acción de Gracias que se les concediera su petición de amparo tras ingresar al país de forma ilegal.
Carla Patricia Boquín y sus cinco niños hacen parte del éxodo de familias centroamericanas que desde hace meses huyen de sus países de origen por la violencia y las pobres perspectivas económicas y deciden entregarse a las autoridades estadounidenses en la frontera en busca de refugio.
“Me decían que era muy difícil obtener el asilo y más porque todo el proceso fue muy rápido”, dijo a Efe Boquín frente a la casa donde ahora vive en San Bernardino, en California.
En su pequeña habitación, Boquín celebrará Acción de Gracias sin el tradicional pavo, pero la mujer se contenta con que ya tiene una nevera usada donde guardar la leche que toman sus hijos.
Esta será la primera vez que realmente la inmigrante se sume a la celebración más significativa del país.
La lista de personas a las que tiene que agradecer es larga. No obstante, Boquín dice que sus oraciones en la pequeña mesa donde al menos habrá un pollo con frijoles serán para Luis Carrillo, el benefactor que le ayudó a pagar la renta y la comida todo este tiempo.
En las próximas semanas toda la responsabilidad recaerá sobre ella.
La hondureña está por iniciar los tramites para acceder a su permiso de trabajo y conseguir un empleo que le permita sacar a sus cinco hijos adelante dos años después de iniciar la aventura de emigrar.
Y es que, por estas fechas hace dos años, la hondureña llegó con sus hijos Luis, Christopher, Carlos, Célio y Valeria al puerto fronterizo de El Paso, en Texas, donde pidieron una protección que, en su opinión, su país no les podía brindar.
Esta inmigrante de 32 años asegura que la única diferencia entre su historia y la de miles de madres que se aventuraron a venir con sus hijos en una de las actuales caravanas de migrantes que han enfurecido al presidente Donald Trump es que a ella y sus niños les tocó hacer la travesía solos.
“La compañía le debe ayudar a uno a agarrar valor”, considera la mujer.
El asesinato de uno de sus hermanos y los mensajes amenazantes que terminaron con el incendio de su humilde casa en la ciudad hondureña de San Pedro Sula la llevaron a emprender el viaje casi sin preparativos.
Con una muda de ropa, las actas de nacimientos de sus hijos y unas cuantas lempiras, la mujer decidió marcharse de su país con sus niños que para ese entonces tenían 12, 9, 7, 3 y 1 año de edad.
Al final de noviembre de 2016, y mientras Estados Unidos celebraba Acción de Gracias, Boquín llegó al puerto de entrada con sus hijos.
Tras comprobar que los cinco niños eran sus hijos, la hondureña fue enviada a un centro de detención. Con una sonrisa franca, la madre recuerda que en ese encierro “fue feliz” y que ni ella ni sus hijos se “querían ir” de allí.
Salvador Sanabria, director de El Rescate, la organización comunitaria que representó a la familia en su caso de inmigración, explica a Efe que esta reacción es natural, porque, por primera vez, Boquín se sentía protegida.
El activista advierte que los migrantes de Guatemala, Honduras y El Salvador sufren la desatención de las autoridades de sus países, la injusticia y el desarraigo, por lo que las autoridades estadounidenses se presentan como única salvación.
“No es gratuito que ellos se quieran entregar, es un tema que esta administración ha tergiversado tratándolo como una invasión”, insiste Sanabria sobre el envío de 5.800 soldados a la frontera para evitar la entrada ilegal al país de parte de los miles de inmigrantes que forman parte de las actuales caravanas que están llegando a la divisoria sur para pedir asilo.
Boquín salió sin pagar fianza, y en California su odisea ha sido lograr mantenerse, ya que la corte le prohibió trabajar, y no quería incumplir la orden.
Sanabria explica que el caso de la hondureña fue expedito. Con tan solo cuatro audiencias frente a un juez logró obtener este mes el asilo.
“Este es un caso excepcional”, resalta el activista. “No estoy tan optimista con los casos de los miles que vienen en camino”, agrega.