El largo camino de la caravana de migrantes hondureños ha dejado al descubierto diversas realidades a su paso. Como una especie de imán visual en movimiento, con un punto de partida y otro de llegada, ha atraído en relativamente poco tiempo todo aquello contra lo que anteriores generaciones lucharon durante tantos años, costando vidas en no pocos casos: racismo, xenofobia y discriminación, con la consecuente violencia verbal y física hacia el “otro”.

Identificados ya como un grupo social que ha sido rechazado y atacado directa, consistente y contundentemente desde el poder, los inmigrantes, sobre todo los latinos, hemos tenido que madurar a pasos agigantados en todos los frentes en apenas un par de años, a fin de sobrevivir cada embate emanado del prejuicio, de la discriminación y lamentablemente del racismo que ya permea cada rincón de Estados Unidos.